Inversión Extranjera Directa

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Introducción


La inversión extranjera se ha convertido en la forma de capital internacional de mayor relevancia para los países (principalmente los emergentes o en vías de desarrollo), como resultado de los eventos históricos que han permitido, por un lado, el avance libre de las empresas transnacionales, dada la apertura de los mercados de la mayoría de los países del mundo y, por otro lado, la conformación de un régimen internacional para la protección de la inversión extranjera.

Es en este tenor, se han creado múltiples políticas y acuerdos, tanto nacionales como internacionales, para tratar de atraer la mayor cantidad de flujos de inversión extranjera, sin reparar, muchas veces, en otro tipo de factores internos para atraerla, como fortaleza económica e infraestructura adecuada.

Asimismo, se ha vuelto parte de la literatura, en general, el famoso “círculo virtuoso de la inversión”, que hace referencia a los potenciales beneficios que se desprenden de una inversión extranjera para el país en el que se coloca, como la transferencia de tecnología, la recepción de impuestos, los encadenamientos productivos hacia atrás y hacia adelante, la generaciòn de mayores empleos con mejores condiciones laborales, el aumento de competitividad empresarial, entre otros.

No obstante, son pocos los autores o estudios enfocados en señalar los efectos negativos que, igualmente, pueden propiciar las inversiones en el entorno ecológico y sociocultural, creando el “círculo vicioso de la inversión”.

Finalmente, es menester destacar que la inversión es neutra, no se puede catalogar como buena o mala, sus efectos en las economías anfitrionas dependerán mucho del tipo de inversión, de las normas que las regulen, las polìticas que se les apliquen y los mecanismos que el Estado establezca para vincularlas con los objetivos de desarrollo nacional.


Fotografía del Centro Internacional de Finanzas

(s. a.) (2009). International Finance Centre [Fotografía]. Tomada de https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/4/49/International_Finance_Centre_%28Tower_1%29.jpg

Reconocer a la inversión extranjera directa como forma de capital imprescindible en la actual dinámica económica internacional, a través de sus características específicas, para poder evaluar sus posibles aportes a las economías nacionales; en este caso, el papel que juega o ha jugado la inversión en el desarrollo económico de países como México.

Conceptualización de la inversión extranjera


Para comenzar, es necesario conceptualizar a la inversión extranjera (IE), la cual se maneja en los dos niveles de la economía: la economía real y la economía ficticia, ya que parte de ella se puede ubicar físicamente en empresas, y otra parte se mueve en instrumentos inexistentes en los mercados financieros.

La IE se puede definir, en un sentido amplio, como “la acción y efecto de colocar capital en diversas formas, en un país diferente al que pertenecen las personas físicas o morales beneficiarias de la aplicación de recursos”, de acuerdo con las leyes que impliquen transferencia de capital desde el extranjero, ya sea un proyecto efectuado directamente por el inversionista extranjero o mediante su asociación con un inversionista local. La IE puede adoptar varias formas: divisas o títulos representativos de los mismos, maquinaria o equipo industrial, materias primas, tecnología, acciones o activos financieros, hasta activos intangibles, como patentes y marcas (Arrellano, 2001).

Existen dos grandes rubros de IE: la inversión extranjera directa (IED), que es el capital productivo invertido a largo plazo con miras a emprender negocios; y la inversión extranjera indirecta (IEI), también denominada capital golondrino o inversión de cartera, que es la inversión de corto plazo que, básicamente, especula: busca la mayor ganancia en el menor tiempo y no llega a proyectos materiales, sino que se desplaza en forma de acciones bursátiles o préstamos en su mayoría. Finalmente, es preciso subrayar que en este trabajo sólo nos concentramos en revisar lo concerniente a la IED.

El boom internacional de la IE


En el contexto de la crisis de la deuda, la formación de una nueva división del trabajo y el término de la Guerra Fría cambió la manera de negociar acuerdos para la inversión. Con la crisis de la deuda en los 80 se limitó el crédito de las instituciones financieras internacionales, así como otras fuentes oficiales de capital, por lo que los países en desarrollo vislumbraron a la IE como el recurso más fácil de obtener para su financiamiento. Además, en consonancia con la doctrina de promoción y protección, ésta ofrecía la promesa de tecnología y acceso a mercados.

Al mismo tiempo, se experimentaba el rápido crecimiento de algunas economías del Sudeste Asiático, con políticas orientadas a las exportaciones; otros países como los de Europa Oriental, recientemente separados de la Unión Soviética, empezaron a transitar a economías de mercado y buscaron atraer inversiones extranjeras, con políticas más favorables o firmando TBI (Acuerdos Bilaterales de Inversión o BIT, por sus siglas en inglés), que se incrementaron sustancialmente en este periodo.

El discurso hacia la inversión extranjera se vuelve mucho más benigno, considerando que siempre que sea de índole productiva, es un motor para el crecimiento económico de los países en desarrollo. También se subraya que la inversión extranjera directa lleva al denominado “círculo virtuoso”, ya que eleva el crecimiento interno, que a su vez estimula el ahorro, entonces, contribuye a dinamizar la economía en beneficio de todos sus participantes. En países con escaso ahorro interno, como los latinoamericanos, es indispensable la inversión extranjera que, no sólo se suma a la acumulación de capital, aporta transferencia de tecnología y acceso a los mercados externos por medio de las economías de escala, lo que estimula la eficiencia del país receptor y su nivel de competencia internacional. En esta lógica, las políticas hacia la inversión externa deben ser más flexibles y deben otorgar un amplio grado de seguridad.

En este contexto, puede comprenderse dos procesos que se engarzan y se complementan. Por un lado, el incremento de empresas transnacionales, como los vehículos, por excelencia de la IED, y el aumento exponencial de los flujos internacionales de este tipo de capital, principalmente en mercados que antes eran ajenos: mercados emergentes o en países en vías de desarrollo.


Régimen internacional de la IED


En respuesta al consenso internacional sobre las bondades de la IED, se generan una serie de políticas, principalmente de corte neoliberal, y acuerdos internacionales de diferentes tipos para proteger a la IED, que en conjunto crean lo que se conoce como régimen internacional para la inversión extranjera.


Naturaleza de la IED

El dogma para la protección y promoción de la IE imperante en el mundo y tomado en América Latina (AL), desde que se insertó al neoliberalismo bajo las consignas del Consenso de Washington, ha argumentado que la IED tiene efectos positivos en las economías receptoras, como transferencia de tecnología, aumento de las exportaciones, creación de empleos, entre otros efectos secundarios. Beneficios que requieren, para ser recibidos, una apertura indiscriminada a la IED y normas para su protección. No obstante, en AL no se han obtenido los resultados esperados, al contrario de otros países, donde la IE sí ha contribuido. El porqué de esta situación trata de desentrañarse a continuación.


Efectos de la IE en las economías receptoras


De acuerdo con la naturaleza de la IED y las condiciones específicas del lugar en el que arribe, los efectos de la inversión en las economías receptoras pueden ser positivos o negativos y materializarse en uno o más de los siguientes aspectos:

Ilustración de una balanza

(s. a.) (s. f.). Balanza justicia, 2017 [Ilustración]. Tomada de https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Balanza_justicia.jpg


Se toma bajo el supuesto de que los países avanzados son los que generan innovaciones y, por ende, ventajas tecnológicas; mientras que los países en desarrollo se limitan a importar y utilizar, pasivamente, las tecnologías que más se adecuan a sus condiciones. Así pueden mejorar sus capacidades tecnológicas y elevar su competitividad en los mercados internacionales. La transferencia de tecnología puede aportar, tanto tecnología dura: plantas, equipos y procesos industriales, como suave: conocimiento, información, experiencia, capacitación en organización, marketing y administración; en suma, los elementos para elevar la productividad en volumen y en calidad. Sin embargo, la forma en que se materialice dependerá de la intensidad de la competencia, del nivel educativo y de la capacitación de la mano de obra en el país receptor; así como del entrenamiento y de las políticas de las ETN (Empresas Transnacionales), de la estructura y movilidad del mercado laboral y de los vínculos entre la transnacional y los distribuidores, proveedores y compradores locales. En palabras de Sanjaya Lall (2000):

Se sobreentiende que una vez creadas las tecnologías se transfieren de un país a otro o de una empresa a otra, sin que ello entrañe ningún costo, riesgo, esfuerzo o externalidad. Visto de este modo, el uso de la tecnología es fácil y económicamente trivial. Sin embargo, la bibliografía empírica que analiza el desarrollo y eficiencia de las tecnologías a nivel microeconómico […] y el enfoque de la “capacidad tecnológica”, sugieren que estas premisas son excesivamente simplistas y engañosas […]. En América Latina, las empresas funcionan con un conocimiento imperfecto de las alternativas tecnológicas; necesitan tiempo y un esfuerzo consciente para dominar los elementos tácitos de las nuevas tecnologías, es decir, nuevas para las empresas, aunque no para la industria en general. El procedimiento no se reduce, simplemente, a importar nuevas tecnologías y ponerlas en funcionamiento, en condiciones óptimas, sino que encontrar tecnologías es un procedimiento difícil y, lo que es más importante aún, las tecnologías, una vez importadas, requieren de un proceso complejo de aprendizaje para utilizarlas en forma eficaz. A menudo este proceso es caro, largo, riesgoso e impredecible (p. 7-8).

Para que se internalice la tecnología se necesita contar con las condiciones correctas. Las más importantes son: las políticas comerciales e industriales, las condiciones macroeconómicas, la ubicación y los recursos, específicamente, el capital humano. De ahí que haya dos enfoques principales para impulsar la modernización tecnológica: 1) el autónomo que es por medio de las empresas nacionales y 2) el foráneo, propiciado por la IED, que conlleva crear eslabonamientos verticales y horizontales con las empresas locales; sin embargo, la mayoría de los países utilizan un modelo híbrido como hacen los países asiáticos (Lall, 2000, p. 9).

Las IED pueden proporcionar nuevas tecnologías y conocimientos técnicos rápidamente, siempre y cuando sus actividades vayan más allá del montaje y la extracción de recursos naturales, que no generan ningún valor agregado y que el país cuente con factores complementarios. Las estructuras que hacen uso intensivo de la tecnología son más favorables para el crecimiento de las exportaciones y el desarrollo industrial, así como el efecto derrame; pero requieren inversiones elevadas en investigación y desarrollo, fundamentales para la innovación y diseño de productos, infraestructura de alta tecnología y el establecimiento de vínculos entre empresas, y éstas entre los centros de investigación. Sin menoscabar el hecho de que se necesitan incentivos para transferir su tecnología, generalmente resguardada por sus patentes y poco probable que las cedan con facilidad.

Por ejemplo, los TLC (Tratados de Libre Comercio), firmados por EE. UU., incluyen una excesiva protección de datos en cuestiones de investigación e innovación agrícola, lo que bloquea el desarrollo de versiones genéricas más baratas, haciendo que los precios se eleven; hecho que sucedió en México cuando Monsanto y Delta and Pineland Co. introdujeron algodón genéticamente modificado, tras adoptar la normatividad UPOT en el marco del TLCAN (Oxfam International, 2007).

Mucho depende del interior, ya que como señala Sanjaya Lall: “Si bien las empresas multinacionales desempeñan un papel predominante, tanto en la innovación como en la relocalización de la mayoría de las industrias, su contribución es bastante reducida en las industrias de baja tecnología, en las que otros agentes, como los compradores, pueden proporcionar a los productores locales la información o los diseños necesarios (como en Asia Oriental)” (2000, p. 12).

Por todo lo anterior, la transferencia de tecnología, en ocasiones, no trasciende, se mantiene como parte de la estrategia de la empresa trasnacional, que ostenta la alta tecnología y no forma parte de las pequeñas y medianas empresas (pymes) nacionales incipientes. Aunado a ello, puede crearse una dependencia de forma inconsciente del exterior e inhibir el desarrollo nacional de nuevas tecnologías y, en otros casos, transferir conocimiento tradicional sin obtener nada a cambio, ya que muchas transnacionales han patentado no sólo usos medicinales o de otra índole de productos endémicos, también los productos en sí mismos, sin siquiera dar el reconocimiento a las comunidades indígenas o a los países de procedencia, para después devolvérselos como productos procesados.

Cuando la cuenta corriente es negativa o deficitaria, el diferencial puede cubrirse con divisas provenientes de IE; es decir, como complemento del ahorro interno. Sin embargo, esto es sumamente riesgoso, ya que, de acuerdo con el derecho de libre transferencia, las inversiones pueden salirse por completo del país en cualquier momento y ocasionar que se desquebraje del endeble equilibrio, como se constató en las diferentes crisis financieras internacionales que se han vivido.

Hecho que parecería ajeno a esta reflexión, pues es desencadenado por la IEI; no obstante, si recordamos que los acuerdos a los que en este trabajo se ha hecho referencia, no se limitan a permitir la entrada de inversión meramente productiva, entonces se entiende la inclusión de este punto.Sin marginar que la misma IED, a pesar de ser un flujo representativo hacia adentro, también representa importantes flujos hacia afuera, particularmente por la importación de bienes de capital e intermedios y remesas de utilidades al exterior que, en conjunto, provocan déficit en las principales balanzas de cuenta corriente (Dussel, 2003).

Fotografía de monedas.

(s. a.) (2016). En el Museo Nacional de Bermudas, cerca de los Astilleros de la Marina Real [Fotografía]. Tomada de https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Bermuda_(UK)_image_number_432_coin_collection.jpg

Este argumento se sustenta en el hecho de que la IE, al tener los recursos y la tecnología necesaria, puede incursionar en nuevas ramas de la economía, es decir, que se encontrarán vacías a causa de la incapacidad de los inversionistas nacionales y creará nuevos encadenamientos productivos. Al mismo tiempo, la IE puede unirse con empresas locales, otorgándoles la oportunidad de aprovechar sus vínculos internacionales e insertarse adecuadamente en el mercado (BID y RELA, 1998).

Pero, también es cierto que muchas veces ésta conduce a la constitución de monopolios u oligopolios; otras veces, desplaza a las empresas locales en condiciones muy inferiores de competencia; mientras que, en algunos casos, sólo gesta empresas ensambladoras que obtienen todos sus insumos de la matriz en el exterior y, por lo tanto, se importa casi lo mismo o más de lo que se exporta, lo que va en detrimento de las empresas nacionales.

Tal es el caso de América Latina, donde la IE se ha concentrado en el sector primario, para extraer los recursos naturales y exportarlos, sin crear ningún valor agregado, procesándolos en las matrices, explotando solamente la mano de obra barata, sin crear encadenamientos productivos, situación que se presentó en Bolivia, después de la privatización del gas y el petróleo.

Ilustración de la curva de crecimiento.

(s. a.) (2016). Curva de crecimiento [Ilustración]. Tomada de https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Wachstumskurve.jpg

Es cierto que la competencia obliga a las empresas nacionales, que anteriormente eran conformistas, a modernizarse (Arellano, 2001), pero también es verdad que las industrias nacionales (muchas pymes), difícilmente, tendrán las condiciones necesarias para competir con las grandes transnacionales. Entonces, la competencia no es sana sino desigual; lo que puede llevar a que muchas empresas de este tipo cierren y creen desempleo. Por otro lado, entre más encadenamientos hacia delante (ventas a industrias de productos intermedios) y hacia atrás (materias primas, componentes y servicios) se puede crear una zona de desarrollo; sin embargo, muchas ETN, como parte de su economía de escala, traen sus insumos del exterior y no favorecen a los proveedores nacionales. En relación con este punto, aunque las empresas extranjeras generalmente pagan salarios más altos debido a su mayor productividad, no necesariamente se traduce en mejoras salariales generales.

Un sector que ejemplifica esta realidad es el minorista, ya que, sin una regulación eficaz, como sucede en América Latina, las empresas minoristas extranjeras sacaron a los competidores nacionales y se adueñaron del sector, y en el camino dejaron fuera a muchos productores de suministros nacionales. En Latinoamérica las ETN tienen una participación media del 70 % al 80 % de todos los supermercados, en conjunto se encargan de alrededor del 65 % de las ventas y sus proveedores son principalmente empresas de productos de marca importados, por lo que sacaron de la cadena de suministro a muchos pequeños productores. Ante esta situación, países como China exigen a las empresas transnacionales que adquieran localmente el 95 % de sus suministros, pero son requisitos de desempeño que los acuerdos sobre inversión prohíben (Dussel, 2003).

Esta situación, que se deriva de las nuevas inversiones, no surte mucho efecto cuando la IED es destinada a comprar empresas públicas o privadas nacionales, adquiriéndolas en los mercados preexistentes. En el caso de América Latina, desde finales de los años 80, la IE fue dirigida en gran medida a la compra de empresas recientemente privatizadas y, aunque en algunos casos elevaron la competitividad de las mismas y expandieron sus mercados, en otros, como los servicios del agua, de la electricidad y del transporte, al elevar sus costos, lo limitaron a un público con determinado nivel de ingresos. Ruth Ríos-Morales y David O’Donovan (2006) afirman que, en algunos casos, el supuesto de que la IED beneficia a la economía, porque contribuye a crear nuevos empleos y aumenta el crecimiento económico, es más ilusorio que real. Por ejemplo, una buena parte de las corrientes de IED hacia América Latina, en las últimas décadas, se debió al proceso de privatización. Sin embargo, la privatización no es más que un cambio en la propiedad y no significa necesariamente un aumento en la capacidad productiva. Por lo tanto, esa IED no ha contribuido automáticamente a crear empleos ni a aumentar las exportaciones.

Las ETN pueden contribuir en general a elevar el ingreso fiscal y fortalecer la moneda para financiar las importaciones. No obstante, hay que reconocer que éstas son beneficiarias de muchas exenciones de impuestos y en ocasiones eluden otros, a través de subterfugios y aprovechando las imperfecciones de los aparatos de captación fiscal, falta de registros contables, colusión con la burocracia, como en el caso de México y la Compañía Federal de Electricidad (CFE). Por ejemplo, en 2005 el Gobierno venezolano anunció la evasión de impuestos por el valor de 1 000 millones de dólares, fraude practicado por las grandes petroleras extranjeras que operan en el país, dando como resultado el procesamiento y condena de dos magnates, Platon Lebedev y Mijail Khodorkovsky, por la evasión de 29 mil millones de dólares en impuestos.

Ilustración de una balanza con un simbolo de pesos en contrapeso de un engrane.

(s. a.) (s. f.). Capitalismo [Ilustración]. Tomada de https://commons.wikimedia.org/wiki/File:UserboxRegulatedCapitalism.png

Siguiendo la clasificación de Theodore Moran (1999, pp. 1-7), los efectos de la IED pueden ir en dos direcciones:

1) Círculo virtuoso: en condiciones adecuadas con cierta competitividad, la IED puede elevar la eficiencia, estimulando la producción y, finalmente, traducirse en un mayor crecimiento económico para el país receptor.

2) Círculo vicioso: cuando las condiciones económicas son precarias, la IED puede conducir a una brecha, entre ellas: el ahorro y la sustitución de los productos y de las empresas locales, ampliando ilimitadamente el poder de mercado de las ETN y a la larga producir efectos desfavorables en la distribución del ingreso y en el desarrollo social. Esto como consecuencia de la protección que ejercen las ETN para defender sus ventajas, minando la posibilidad de las derramas esperadas hacia las industrias locales.

Finalmente, aunque hay una basta bibliografía que sustenta que, aparte de los beneficios directos de una inversión extranjera, se pueden recibir efectos por el “derrame”, como técnicas de gestión, estrategias de comercialización y acceso a redes de distribución y producción. Es erróneo, entonces, suponer que las IED siempre generarán dichos efectos positivos para la economía del país receptor.

Investigaciones empíricas han demostrado que estos efectos pueden ser negativos: la disminución de la autonomía, menor efectividad de la política económica interna, formación de monopolios, falta de capacitación, dependencia de la tecnología externa, destrucción de los ecosistemas, prácticas medioambientales dudosas y explotación laboral, entre otras. Ejemplo de ello son las empresas mineras, principalmente las que aún utilizan las minas a cielo abierto, que han dejado graves daños medioambientales en muchos países latinoamericanos. Otros estudios sostienen que estos impactos sólo se presentan si las empresas locales son capaces de absorber y utilizar las destrezas técnicas y las tecnologías usadas por las ETN.

Actividad. Reconocimiento de la IED y sus diferentes tipos

Para comprender la dinámica de las economías es imprescindible determinar la relación que éstas guardan con los flujos de capital, donde el más destacado es la inversión extranjera; esto te permitirá vincular el proceso de desarrollo con los aportes de las empresas transnacionales que ya son parte del escenario de las grandes ciudades.


Autoevaluación. Mitos y realidades de la inversión extranjera directa

Reconocer los diferentes beneficios y perjuicios potenciales de la IED puede ser un instrumento clave para inciar una evaluación de su papel en las economías nacionales.


Fuentes de información

Básicas

Bibliografía

Arrellano, C. (2001). Derecho Internacional Privado. México: Porrúa.

BID y RELA. (1998). Inversión Extranjera Directa en América Latina: la perspectiva de los principales inversores. Madrid: BID.

CEPAL. (2004). La inversión extranjera directa en América Latina y el Caribe 2003. Santiago de Chile: CEPAL.

Dussel, E., Galindo, L. y Loria, E. (2003). Condiciones y efectos de la inversión extranjera directa y del proceso de integración regional en México durante los noventa. Una perspectiva macro, meso y micro. México: UNAM

Gutiérrez, T. y Quintero, A. (2016). Hacia la construcción de un régimen internacional de protección a la inversión extranjera. En Norteamérica, 11(2), 109-137.

Lall, S. (2000). Desempeño de las exportaciones, modernización tecnológica y estrategias en materia de inversiones extranjeras directas en las economías de reciente industrialización de Asia. Con especial referencia a Singapur. En Serie desarrollo productivo. Santiago de Chile: CEPAL.

Moran, T. (1999). Foreign Direct Investment and Development. Washington: Institute for International Economics.

Ríos-Morales, R. y O’Donovan, D. (2006). ¿Pueden los países de América Latina y el Caribe emular el modelo irlandés para atraer inversión extranjera directa? En Revista de la CEPAL, (86), 51-70.

UNCTAD. (2004). World Investment Report 2004. Ginebra: United Nations.

Documentos electrónicos

Oxfam International. (2007). Nuestro futuro por la borda. Cómo socavan el desarrollo los tratados de comercio e inversiones entre países ricos y pobres. Consultado el 20 de febrero de 2018 de https://www.oxfam.org/sites/www.oxfam.org/files/Nuestro%20futuro%20por%20la%20borda.pdf

Complementarias

Bolaños, R. (2002). Inversión Extranjera. México: Porrúa.

Christiansen, H. (2006). Trends and Recent Developments in Foreign Direct Investment. Francia: OECD, International Investment Perspectives.

French, D. y Helmut, R. (1997). Flujos de capital e inversión productiva. Chile: McGraw-Hill, CEPAL, OCDE.

Kaplan, M. y Manrique, I. (2000). Regulación de flujos financieros internacionales. México: UNAM.

Cómo citar

Quintero, A. (2019). Inversión extranjera directa. Unidades de Apoyo para el Aprendizaje. CUAED/FES Acatlán-UNAM. Consultado el (fecha) de (vínculo)