La Carta de Atenas, de 1933, concentra las resoluciones del Cuarto Congreso Internacional de Arquitectura Moderna (CIAM); en ese encuentro, las ideas de Le Corbusier, plasmadas en su libro Hacia una arquitectura (1923), respecto al diseño de la nueva arquitectura y la vivienda concebida como la “máquina de habitar”, fueron fundamentales para integrar las ideas plasmadas en la Carta, que él mismo publicó nueve años después de su redacción.
El documento planteó propuestas para el diseño de las ciudades, a partir de la vivienda y los conceptos fundamentales para que la habitación garantizara el pleno desarrollo de sus moradores. ¿Conoces las supermanzanas de habitación de la Ciudad de México?, ¿sabías que son emblemas de la arquitectura internacional?
Centro Urbano Presidente Alemán (CUPA)
El desarrollo de los primeros conjuntos construidos con los postulados de diseño, consagrados en la Carta de Atenas de 1933, tuvo lugar más de una década después de su planteamiento: su publicación en 1942 ayudó a difundir estas ideas en el mundo entero. A pesar de que se presentaban complicaciones técnicas para construirlas, a causa de su escala, se hicieron realidad en América Latina y en Europa, bajo contextos históricos diferentes. En ambas regiones se edificaron emblemáticos conjuntos de vivienda que, por su escala, forma, calidad y cantidad de equipamiento e importante extensión de áreas verdes, revolucionaron las formas de hacer ciudades y el diseño de espacios de habitación.
Bwag. (2015). Karl-Marx-Hof [fotografía]. Tomada de https://commons.wikimedia.org/wiki/File:D%C3%B6bling_(Wien)_-_Karl-Marx-Hof.JPG
Europa
En Europa, la construcción de los conjuntos de vivienda fue una respuesta pragmática a la escasez de vivienda generada por los conflictos bélicos durante el siglo XX; el primer caso es parte de la política adoptada por el Estado alemán, en el periodo de entreguerras, durante la república de Weimar. Los otros dos son consecuencia de la devastación provocada por la Segunda Guerra Mundial.
Mural inconcluso “La Primavera”
América Latina
En el viejo continente se construyeron conjuntos previos que sirvieron de referente; sin embargo, el conflicto bélico retrasó la aplicación de los postulados planteados por los teóricos de la modernidad; por lo que las teorías de la modernidad fueron fecundadas, primero en América Latina, donde presentaron mayores escalas, dimensiones, calidades constructivas e incluso se fusionaron con técnicas constructivas y plásticas locales.
Latinoamérica es una región con similitudes históricas, sociales, económicas y culturales, que van más allá de la conquista europea; a pesar de la creación de nuevas y diferentes naciones, los países de la región vivieron historias afines durante el siglo XX. Es justo en aquella centuria cuando “muchos de aquellos Estados latinoamericanos estuvieron gobernados entre los años 40 y 60 por militares populistas, que despreciaban el modelo democrático reclamado (tras la Segunda Guerra) por los países europeos, que poco antes habían padecido dictaduras totalitarias” (Sambricio, 2012, p.13).
Para una mayor comprensión del momento político e histórico que propició el desarrollo de esta tipología habitacional en América Latina, véase Ruiz Blanco (2003), pp. 11-24, así como el propio Sambricio (2012), pp. 11-41.
Los proyectos políticos de diversos regímenes latinoamericanos del momento requerían del respaldo popular para legitimar sus acciones y ejercer el poder sin contrapesos críticos del Gobierno; de esta manera, “los líderes latinoamericanos populistas, desde su ascenso al poder, entendieron que los programas de la industrialización y obras públicas (infraestructura o vivienda) debían ser los referentes de sus políticas” (Sambricio, 2012, p. 13), como herramientas para ganarse la aceptación popular que requerían.
La vivienda colectiva de la modernidad acompañó las políticas de asistencialismo estatal que caracterizaron al Estado del bienestar que se definía por el Gobierno, brindando toda clase de prestaciones a determinados sectores sociales. El Estado era padre protector y proveedor de su población; esta vivienda fue arropada por diversos regímenes de gobierno, por el capital político que les significó; modificó el paisaje urbano de importantes metrópolis en Latinoamérica, donde adoptó diferentes nombres: unidad de habitación, unidad vecinal, multifamiliar, centro urbano, conjunto residencial o urbanización.
Durante la segunda mitad del siglo XX, la economía de la región se vio beneficiada por la extracción del petróleo, recurso abundante en la región; asimismo, “los beneficios económicos, que trajo la colocación de productos latinoamericanos en los países involucrados en las dos guerras mundiales” (Blanco, 2003, p.13), causaron importantes ganancias económicas para el subcontinente. La abundancia económica hizo posible el financiamiento para la edificación de arquitecturas emblemáticas, con la plena influencia del movimiento moderno, que pretendía consolidar las identidades de las naciones jóvenes.
Bajo este contexto político y económico, las supermanzanas de habitación de la modernidad representaron, para los diferentes regímenes de gobierno, herramientas para promocionar sus acciones, como obras de modernización y de desarrollo. La tipología habitacional sirvió, al menos durante las primeras décadas de su existencia, para generar fidelidades políticas e ideológicas entre sectores estratégicos de la población, como los trabajadores del Estado, quienes eran la fuerza laboral que permitió llevar a cabo los diferentes proyectos políticos. Se daba paso a la construcción de emblemáticos complejos habitacionales con escalas impactantes y una presencia urbana inédita, dadas sus dimensiones, alturas y grado de innovación arquitectónica, como resultado de la aplicación de los postulados de diseño ya citados, modificando, así, el perfil urbano de los lugares donde se construían.
En la mayor parte de los países latinoamericanos, las supermanzanas de habitación dependieron, en cuanto a su manejo y conservación, de la participación directa del sector público. La vivienda era una prestación social a la que, teóricamente, todo hijo del Estado del bienestar tenía derecho; en la práctica solamente accedieron los sectores estratégicos para el Gobierno. La construcción de estos desarrollos comenzó en 1949, con el CUPA, y concluiría hasta bien entrada la década de los 70, con la construcción de las últimas urbanizaciones en Venezuela.
Centro Urbano Antonio Nariño (CUAN)
A partir de la década de 1980, los pueblos latinoamericanos se vieron seriamente afectados por la imposición del modelo neoliberal; lo que antes eran considerados derechos (que el Estado tenía la obligación de proporcionar), ahora tendrían un costo. Bajo estas nuevas lógicas, los gobiernos comenzaron a privatizar sectores estratégicos del desarrollo nacional; así ocurrió con la banca, las telecomunicaciones, líneas aéreas, empresas petroleras y, paulatinamente, con todos los servicios a cargo del Estado.
Como consecuencia directa de la privatización de la vivienda estatal de corte social, sus habitantes, ahora convertidos en propietarios, se vieron en la necesidad de adoptar nuevos esquemas de manejo y organización internos que, en buena medida, dependieron de la aplicación y eficiencia de las leyes nacionales y estatales, en materia de vivienda y de protección al patrimonio; pero, mayoritariamente, de la participación y voluntad de los habitantes.
El marco histórico que a continuación se presenta tiene el objetivo de ayudar a la comprensión del momento de creación del CUPA, como resultado:
La necesidad de planificar las ciudades surge a partir de la migración, que se da desde el campo a las ciudades, en las que la población, principalmente en la capital, crecía exponencialmente, debido a la búsqueda y creación de las fuentes de trabajo, generadas a partir de los procesos de industrialización, la creación de nuevas empresas y el fortalecimiento de las instituciones de gobierno; los nuevos habitantes (obreros y trabajadores) requerían de habitación; pero sus ingresos solamente les daban acceso a viviendas precarias de tugurios y vecindades.
Las reivindicaciones de la Revolución mexicana, en materia de salud, educación y vivienda fueron derroteros para redactar la Constitución Política de 1917, motivando políticas de desarrollo, que llevaron a la construcción de emblemáticas escuelas y hospitales (destacan los diseñados por José Villagrán, así como sus granjas sanitarias) durante el Maximato, y de vivienda social La construcción de vivienda social a cargo del Estado tuvo dos desarrolladores fundamentales (que también serían los administradores durante varias décadas): la Dirección General de Pensiones Civiles para el Retiro (que a partir de 1960 se convertiría en el ISSSTE) y el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS); después del CUPA se edificarían otros importantes conjuntos de vivienda multifamiliar, por ambos institutos, bajo programas de dotación de vivienda diferentes. Es con la creación del INFONAVIT, en 1972, que las políticas en materia de vivienda sufrirán un cambio radical, desaparece el régimen de renta y surge el otorgamiento de créditos para la compra. Para mayor referencia, respecto a las primeras viviendas del Estado, véase Ayala, E. y Álvarez, G. (2008). El espacio habitacional en la arquitectura moderna. Colonias, fraccionamientos, unidades habitacionales, equipamiento urbano y protagonistas. México: Universidad Autónoma Metropolitana. durante el alemanismo y más allá de él.
En materia de vivienda, el artículo 123 constitucional estableció que los patrones debían otorgar habitación digna a sus trabajadores, así como el equipamiento colectivo en desarrollos habitacionales, a fin de brindar todos los servicios requeridos para su óptimo desarrollo. Esto se aplicó al sector privado, mientras que el Estado se limitó a regular el uso del suelo para la dotación de vivienda.
El Estado se encargaría de promover los ideales consagrados en la Carta Magna; sin embargo, en la práctica se dieron una serie de concesiones que eximieron a los empleadores de la obligación constitucional, agravando el problema de vivienda durante la primera mitad del siglo XX. En las grandes urbes comenzaban a esbozarse soluciones habitacionales, como los loables intentos del “Concurso de Vivienda Obrera” de 1932, que organizó el departamento del Distrito Federal en la colonia Jardín Balbuena.
Ese hecho constituye el primer intento oficial para diseñar vivienda obrera mínima, higiénica y de calidad, para trabajadores al servicio del Estado; como es sabido, el certamenEn este concurso se presentaron propuestas innovadoras, como las de Juan O´Gorman o las de Hannes Meyer; esta última proponía vivienda en altura. Para mayor referencia en torno a estos proyectos y a los demás, que se presentaron en el concurso, véase De Anda, A. (2008).
fue ganado por los arquitectos Juan Legarreta y Justino Fernández; sin embargo, estas acciones aún eran insuficientes para resolver una problemática que se incrementaba, exponencialmente, con la migración a las ciudades y se perfilaba como un asunto prioritario de mitad de siglo XX.
Es así como, durante el periodo de Miguel Alemán, el Gobierno Federal asumió la construcción de los multifamiliares de pensiones, porque entonces era:
[…] titular de la contratación de los empleados que requería el Gobierno para su operación (por lo tanto), quedaba sujeto al mandato constitucional del artículo 123; por esta razón, los multifamiliares se construyeron con fondos provenientes del ahorro de los burócratas, depositados en la dirección de pensiones civiles, y con financiamiento hipotecario proveniente de la banca que, para tal efecto, fue creada por el alemanismo” (De Anda, 2008, p. 196).
El Estado, en su calidad de patrón de la burocracia, y ante la obligación constitucional que tenía de dotar de vivienda a sus trabajadores, comenzó a otorgar préstamos para la compra de casas en el mercado inmobiliario, a través de la Dirección General de Pensiones Civiles para el Retiro que, “en 1930, otorgaba un promedio anual de 410 préstamos hipotecarios” (Ayala, 2010, p. 111).
Durante el alemanismo, la dependencia incrementó sustancialmente el préstamo de créditos para adquirir nueva vivienda, en un 450 %; se crearían mecanismos financieros, como el Banco Nacional Hipotecario Urbano y de Obras Públicas (BNHUOP), que hizo posible la construcción de nuevos conjuntos habitacionales, comenzando a desarrollarse diversas propuestas para edificar vivienda mínima destinada a los trabajadores.
Las cualidades físicas que generaba la propuesta de habitación colectiva de la modernidad significaron, para el régimen revolucionario, una valiosa herramienta para enarbolar una ideología política, que tenía como uno de sus objetivos lograr el bienestar de la sociedad mediante la asistencia del Gobierno; las políticas asistencialistas del Estado del bienestar estaban en su apogeo y México no sería la excepción.
En el periodo presidencial de Miguel Alemán, la Dirección de Pensiones no se limitó al otorgamiento de créditos; además se encargó de la construcción de los primeros multifamiliares proyectados por Pani: el Centro Urbano Presidente Alemán y el Centro Urbano Presidente Juárez. La misma Dirección financiaría la construcción de otros conjuntos habitacionales, como la Unidad Modelo, Casa Alemán o Santa Fe, de la autoría de Pani, quien junto con Félix Sánchez Baylón fueron los primeros y más importantes exponentes del género multifamiliar en México.
La construcción de los primeros conjuntos emblemáticos de vivienda colectiva de la modernidad fueron referentes arquitectónicos de su tiempo, e incluso en la actualidad.
La construcción de las primeras supermanzanas de habitación en todo el mundo atendió las necesidades del régimen gobernante y la necesidad de vivienda.
Fuentes de información
Bibliografía
Ayala, E. (2010). Antologías. Habitar la casa: Historia, actualidad y prospectiva. México: Universidad Autónoma Metropolitana.
De Anda, E. (2008). Vivienda colectiva de la modernidad en México: Los multifamiliares durante el periodo presidencial de Miguel Alemán (1946-1952). México: Universidad Nacional Autónoma De México.
De Garay, G. (2004). Modernidad habitada: multifamiliar Miguel Alemán, Ciudad de México, 1949-1999. México: Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora.
Medios audiovisuales
De Garay, G. (1999). “Mi multi es mi multi: historia oral del multifamiliar Alemán, 1949-1950 [Archivo de video]. México: Instituto Mora.
Bibliografía
Arias, V. y Vargas, R. (2010). Ideario de los arquitectos mexicanos. México: Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura-Universidad Nacional Autónoma de México.
Sambricio, C. (2012). Ciudad y vivienda en América Latina, 1930-1960. Madrid, España: Editorial Lampreave.
Cómo citar
Gómez, P. F. (2018). Supermanzanas de habitación en la Ciudad de México. Unidades de Apoyo para el Aprendizaje. CUAED/Facultad de Arquitectura-UNAM. Consultado el (fecha) de (vínculo)