El aspecto del análisis organizacional se muestra (teóricamente hablando) frío, dentro de una narrativa alejada del receptor, pero dentro del campo de estudio de la investigación nos permite evaluar, sin generalizaciones, de manera amplia, las relaciones de los diversos factores de la organización, como constructo social, compuesta de individuos más allá del proceso y el objetivo.
Mintzberg (1999) propone, en primera instancia, que las estrategias surgen como posicionamientos que nos permiten obtener una ventaja sobre los competidores. En los términos más elementales de la estrategia se deben buscar las mejores condiciones para competir y eliminar toda posible competencia.
En el caso moderno de la estrategia, en la actualidad, se restringe a una cuestión de gobierno y política, en donde los directivos ya no toman las decisiones, sino que recurren a asesores capaces de determinar los cursos de acción a seguir integrándose, así como el poder oculto detrás del poder.
Esto implica una amplia diferencia entre quién dirige la empresa y quién formula la estrategia, haciendo que el directivo se dedique a la maximización del costo-beneficio, delegando así la capacidad de elaboración de planes y estrategias a un grupo de expertos.
Pero esto incluye riesgos; si el encargado de dirigir la organización no está al tanto de lo que sucede, puede perder el control del desarrollo óptimo de la estrategia en sí. Desde el punto de vista de Mintzberg pareciera que el encargado debe aprender a delegar la función del estratega en empresas o individuos especializados en asuntos de planificación y desarrollo estratégico. Estos riesgos se toman desde la perspectiva racional del estratega y se dan de manera calculada para el desarrollo óptimo de la estrategia.
El análisis en las organizaciones
Esto nos lleva a otro asunto de vital importancia: las metodologías de elaboración de estrategias, las cuales caen en el aspecto de generalizar soluciones y estandarizar, al grado de encontrar grandes soluciones; en el aspecto crítico es preciso partir de referentes empíricos completamente diferentes; es decir, si cada organización es compleja, diferente y única, implica que el desarrollo de estrategias deba ser único y diferente para cada una de ellas.
Ahora bien, esto nos lleva a la generación de un esquema de comunicación complejo, donde se desarrollen símbolos y significados inteligibles para todos los integrantes de la organización, que conllevaría a su vez a la interacción de los individuos hacia el logro de los objetivos, pero también implica el desarrollo de acciones de política y gobierno. ¿Por qué? Porque el individuo en la actualidad no se convence bajo la premisa fayoliana de anteponer el objetivo particular por el colectivo; en el presente de la organización se entretejen intereses y diferentes significados, expectativas y formas de pensamiento nuevas, que delimitan el desarrollo de las estrategias.
